Neurocriminología y factores biológicos de la conducta violenta

Continuación

Autor: Dra. Katty Gomez, Médico Psiquiatra, experta en Psiquiatría Forense, Perfiladora Criminal con un Magíster en Análisis e Investigación Criminal, Certificada por la Cifal Argentina (193 países).

IG: @dra.gissellegomez.

2.3. Traumas durante el desarrollo cerebral predisponentes a la conducta violenta

El desarrollo de la personalidad de un individuo, no se da en la adultez, es un proceso desde la infancia, que si se ve afectado por diversos factores puede ser muy problemática para sí mismo y la sociedad. Si hacemos referencia al maltrato infantil, entiéndase desde edades tempranas, daría al traste a conductas problemáticas desde el ámbito psicológico y neurológico, los cuales podrían ser irreversibles, (Giménez, Pérez, et al. 2007).

El desarrollo del cerebro, se da a lo largo de la niñez, adolescencia e incluso el período adulto; lo cual es relevante ya que si en esos periodos se experimentan traumas o estrés crónico podría afectar al menor de manera física y en su desarrollo cognitivo, (Lee y Hoaken, 2007).

Al hacer referencia de maltrato, se hace necesario definirlo. Maltrato es indicador de:

●     Inadecuada o nula atención (negligencia o abandono).}

●     Hechos lacerantes a la salud física del menor (maltrato físico o abuso sexual).

●     Acciones que afecten su salud mental (maltrato psicológico).

El abuso físico y sexual, así como la negligencia en la infancia, estos tipos de abuso, se encuentra insertados en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, cuarta edición, texto revisado (DSM-IV-TR), haciendo la salvedad de que dichos maltratos tendrán consecuencia en la salud mental del individuo y por ende es necesario prestar la debida atención. (Anexo Fig. 3).

Podemos definir como maltrato físico, aquella acción no accidental por parte de los padres o cuidadores que produzca lesiones físicas o condiciones de salud en el menor o que pudiera colocarle en situación de riesgo para las mismas.

Importante destacar el abuso sexual, lo que podría definirse como cualquier clase de contacto sexual con una persona menor de 18 años por parte de un adulto desde una posición de poder o autoridad.

Además, también resaltar el maltrato emocional o psicológico, aquí se refiere a las diversas formas de hostilidad verbal, ya sean improperios, desprecios, críticas o amenazas de abandono, así como al constante bloqueo de las iniciativas de interacción infantiles (desde la evitación hasta el encierro) por parte de cualquier adulto del grupo familiar, e incluye formas de aterrorizar, intimidar, humillar o rechazar a los menores.

Y por último la negligencia, que es un tipo de maltrato que se da por omisión, cuyo caso más extremo sería el abandono del menor.

El cerebro es como un computador, ya que controla todas las funciones del cuerpo y el sistema nervioso es como una red que envía mensajes a las partes del cuerpo; por tanto, dentro de los cambios estructurales que podrían evidenciarse por este tipo de maltrato se destacan: alteraciones en el hipocampo, amígdala, estructuras cerebrales, el cuerpo calloso y el córtex cerebral.

En la ejecución de las funciones de dichas áreas cerebrales, se evidenciaron secuelas en el desarrollo cognitivo, altos niveles de estrés psicosocial, dificultades conductuales y problemas sociales, que se asocian con diversas condiciones o en enfermedades de carácter psicopatológico.

Las alteraciones evidenciadas, dependerán de distintas variables, como el tipo de maltrato y el sexo del menor, pudiendo relacionarse con los cambios observados en adultos agresivos, lo que podría contribuir a la permanencia de la violencia humana.

2.4. Genética y otros marcadores importantes de la conducta violenta

Los marcadores genéticos, ayudan a predecir este tipo de conductas por tanto es importante mencionarlos.

Los estudios en humanos realizados, fueron en varones ya en la mayoría de las sociedades la manifestación de la violencia se da en ellos, pues se asume que en sus genes estaba la problemática; tras realizar un análisis en personas con anomalías cromosómicas, se observó mayor violencia en los hombre que tenían más de un gen Y que en los XY, además se evidencio que en aquello que tenían más de una X no era una protección ante la conducta violeta, posterior a esto Jacobs en 1965, observó un alto porcentaje de hombres con alta tasa de criminalidad y que no era debida a una Y más sino a una discapacidad intelectual.

Los marcadores genéticos a temprana edad, podrían resultar de mucha importancia a la hora de la aparición de conductas violentas. La mayor parte de análisis en esta área se han concentrado en marcadores específicos para identificar impulsividad y violencia impulsiva. Los genotipos TPHA218C se han relacionado a estas conductas, en individuos con conductas violentas impulsivas, aunque no ha tenido contraste con individuos sanos, (Staner y cols., 2002).

Otros genes que podrían relacionarse a estas conductas impulsivas violentas al neurotransmisor de serotonina en el caso de niños, ha sido el 452 TYR del receptor 5-HT2A, para indicio de la violencia, (Milk y cols., 2007).

Existe cierta unanimidad en resaltar el hecho de que existen factores genéticos, heredables de la conducta antisocial; incluso se ha establecido que de un 100% a un 50 % es heredado y que el otro es a causa de múltiples factores propicios del ambiente compartidos o no (Burt, 2009. Miles y Carey, 1997; Moffit, 2005; Tuvblad y Beaver, 2014 y Polder y cols., 2015).

Podría concluirse estableciendo que la influencia de factores genéticos es un hallazgo que persiste a lo largo del tiempo, a medida que se avanzan los estudios de dicha conducta y puntualmente su heredabilidad debe ser siempre considerados; la presencia o ausencia de efectos ambientales y los cambios que surgen en el desarrollo varían también nos muestran que pueden tener variantes en las diversas investigaciones.

 Sin dejar mencionar la importancia de otros factores como hormonales, inmunológicos o del sistema nervioso central, los cuales podrían ser también parte de este tipo de conductas, a la hora de determinar este perfil violento. Existen estudios observacionales en chicas prepúberes, entre los 9 y 14 años, que evidencian una conducta agresiva similar al a la de varones de su edad, pero con una relación positiva frente a altos niveles de estrógenos y la agresión y bajo nivel de agresión en las mujeres con bajas en T(Hood, 1996). Además, Inoff-Germain y cols. 1988, describieron brotes de hostilidad en chicas adolescentes hacia sus madres con altos niveles de estrógenos.

Es importante señalar el Síndrome premenstrual señalado como modelo de estudio, por la estrecha relación de los estrógenos y la agresión; esto está descrito en el DSM-IV, y dentro de la sintomatología expresada se plasma hostilidad, irritabilidad.

Se podría finalizar diciendo que los estrógenos y la progesterona guardan una relación con la agresión en los seres humanos.

Destacar además algunos déficits cognitivos y neurológicos, como lo son discapacidad intelectual, alteraciones en el desarrollo neurocognitivo como los pobres habilidades a nivel verbal menor de una amplitud del P300, alguna disfunción en el desarrollo prefrontal (sabiendo que este está involucrado a la toma de decisiones), disminución del líquido cefalorraquídeo 5-HIAA, todo esto se ha relacionado a la conducta violenta, (Ramírez y Andreu, 2006).

Continuará…

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