Neurocriminología y factores biológicos de la conducta violenta

Continuación 

Autor: Dra. Katty Gómez, Médico Psiquiatra, experta en Psiquiatría Forense, Perfiladora Criminal con un Magíster en Análisis e Investigación Criminal, Certificada por la Cifal Argentina (193 países).

IG: @dra.gissellegomez.

  1. Marco Teórico Conceptual

La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002) define la violencia como: uso deliberado o premeditado de la fuerza o el dominio físico, de hecho, o como amenaza, en contra de sí mismo u otra persona, de un grupo o comunidad, causante o de alta probabilidad de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

Es relevante establecer una tipología que caracterice, de manera cualitativa, las diversas formas de violencia; hasta la actualidad, la investigación científica ha dado a pocas tipologías generales, centrándose la mayor parte del fenómeno en:

❖     Las Características del acto violento;

❖     Quien es el individuo violento;

❖     La motivación que guía al individuo a realizar un hecho violento y

❖     Las características de la persona afectada (víctima), (Moya, 2019).

Otra propuesta más específica es:

  1. Depende de las características del hecho violento: si es física, sexual, psicológica, negligencia-omisión.
  2. Dependerá de quien comete el hecho violento: violencia hacia sí mismo, interpersonal colectiva o centrada en el objeto de control.
  3. Centrándose en el objetivo principal: violencia impulsiva, violencia premeditada, (Barrat, 1991). Violencia impulsiva (Blair, 2004; Meloy, 2006).
  4. Finalmente, basadas en las referencias de la víctima.

Ahora bien, se hace relevante definir criminalidad; para ello nos basamos en la escuela de Estudio Criminal, Especialistas en derecho penal y criminología, la cual define criminalidad como: un conjunto de todos los hechos antisociales cometidos contra la colectividad. En el campo jurídico lo refiere como aquella interacción de alta incidencia social cometidas contra el orden público. En sentido restringido, cita un conjunto de infracciones y de infractores registrados en tiempo y espacio determinados. De una forma más generosa, se diría que es el conjunto de comportamientos divergentes en tiempo y espacio determinados (CEFEC, 2019).

También podría decirse que es un fenómeno de masas constituido por el conjunto de infracciones que se cometen en un tiempo y lugar dados, la representación manifestada de una suma de fenómenos psicosociales que, en un momento dado de la historia de un país, se consideraron como crímenes. (CEFEC, 2019).

Durante la década de los 70 se estableció que los andrógenos eran la principal variable biológica que determinaba la violencia, basándose para ello en los estudios realizados con ratones machos a los que se gonadectomizaba para reducir la agresión y se les volvía a administrar andrógenos para restablecerla, suponía que a mayor nivel de andrógenos mayor agresión.

Importante destacar que, las primeras investigaciones en humanos pusieron de manifiesto que los niveles de testosterona se correlacionaron positivamente con los crímenes violentos. Lo que suponía que reducir o disminuir los niveles endógenos de testosterona podría ser una solución al control de la violencia. Esto último provocó la administración de castradores químicos (esteroides antiandrogénicos) a los agresores sexuales; pero los resultados obtenidos fueron inconsistentes, mientras que la combinación de psicoterapia junto el tratamiento farmacológico: castración química, ofrece resultados más efectivos referente al riesgo de reincidencia y disminución de casos.

Actualmente se posee una visión holística e integradora, la cual propone un complejo sistema de factores en interacción y con una relación bidireccional con la violencia. Resulta tan compleja la situación que se ha visto con la imposibilidad de crear programas donde se realice intervenciones efectivas a hora de tratar el análisis de las conductas violentas desde una forma integral, que abarque los factores biopsicosocial, por tanto señalar el modelo biopsicosocial como la mejor manera mirando de frente el sistema neural,  y  las diversas sustancias químicas que interactúan y regulan la violencia interacción, pueden modificar los sustratos neurobiológicos implicados en ella para un resultado más efectivo.

La red neural implicada en la conducta violenta comprende diversas estructuras, dentro de ellas observamos (Anexo Fig. 1):

  1. Hipotálamo
  2. Amígdala
  3. Lóbulo temporal
  4. Córtex prefrontal

Además, existen otras sustancias neuroquímicas que guarda una relación con estas conductas como son: serotonina, aunque otras sustancias como las catecolaminas, el GABA, el glutamato, la acetilcolina, el óxido nítrico, la vasopresina, la sustancia P, histamina los opioides endógenos se encuentran también implicadas. Ciertamente con esto se debe tomar en cuenta lo relacionado al sistema endocrino (andrógenos, estrógenos, prolactina, oxitocina y otras hormonas) y el inmunológico, ya que ambos sistemas están implicados en la regulación de estas conductas.

Evidentemente se hace imposible dejar de lado la parte genética en la aparición y desarrollo de la violencia. De hecho, la existencia de múltiples estudios, muestran de manera específica la relación de los genes específicos y polimorfismos genéticos en la violencia y la criminalidad. Unir además algunos factores prenatales: concepción y embarazo, así mismo el uso de drogas y alcohol durante estas etapas como factores posnatales, como haber sido víctima de malos tratos durante etapas tempranas del neurodesarrollo y el hecho de consumir drogas en etapas tempranas o durante la edad adulta. 

Relacionado a lo anterior, reconocer el llamado «ciclo de la violencia» o «transmisión intergeneracional de la violencia» hace referencia a la violencia dada durante la niñez lo cual produce cambios cerebrales y las experiencias que afectan de manera directa el desarrollo de la personalidad del individuo y su conducta, marcando una predisposición a la realización de hechos violentos en la edad adulta, ( Moya; Sariñana; Romero; 2017).

A partir del siglo xxi se denominó el «siglo del cerebro», dado que los avances de las neurociencias han aumentado considerablemente; el conocimiento de los mecanismos neurobiológicos que subyacen al comportamiento, de manera específica en el caso concreto de la violencia, ha derivado en la conformación de esta disciplina emergente, la neurocriminología, que persigue aplicarla metodología y técnicas.

A grandes rasgos, la neurocriminología es una nueva disciplina aplicada que pretende explicar qué ocurre en el cerebro violento y qué cambios biológicos se producen en el cuerpo humano para manifestar la conducta violenta. Dicha terminología fue propuesta por James Hilborn y asentado por Adrian Raine, uno de los primeros científicos que desarrollaron estudios de neuroimagen en criminales violentos. Hace poco se realizó la publicación de un manual universitario sobre dicha disciplina, siendo este el primero, (Moya-Albiol, 2015); poniendo en curso el primer máster universitario online en Neurocriminología, con validez universitaria, en València (España). Desde la perspectiva neurocriminología, la conducta criminal sería sólo parcialmente debida a un problema social y/o ambiental, ya que los factores biológicos y las condiciones médicas de cada individuo desempeñarán un papel fundamental.

La mayor investigación se ha realizado con modelos animales de agresión, lo que ha permitido manipular, controlar variables y establecer relaciones causales entre las manipulaciones (genéticas, hormonales, neuroquímicas, inmunológicas, etc.), y los cambios experimentados en la conducta agresiva. Ahora bien, los estudios en humanos son, generalmente, correlacionales y transversales, pues analizan las relaciones de los parámetros biológicos y la violencia en un momento concreto, sin proporcionar información genética o ambiental que pueda mediar en estas relaciones. Lo que ha provocado incremento en las investigaciones longitudinales de carácter prospectivo que pretenden analizar si factores biológicos concretos podrían ser predictores de la violencia, la delincuencia y la criminalidad. 

Los últimos años, las neurotecnologías, ósea las imágenes neurológicas ya empiezan a tomar fuerza en el ámbito jurídico, que hace necesario la formación específica de los profesionales implicados para solicitar, analizar, comprender, interpretar y explicar los resultados de las mismas, lo que implica que conocer las principales técnicas que pueden utilizarse durante la evaluación de un caso pericial, hasta la actualidad, es una decisión propia del psicólogo, psiquiatra o perito experto y letrado del acusado, y la víctima la elección del uso de las técnicas. A este punto, no es imprescindible ni obligatorio el uso específico de alguna de ellas. Tanto así que muy pocas son actualmente utilizadas a nivel pericial, (Alvarado; Rodríguez; García y Nando, 2020).

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Continuará…

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