¿Qué invertir en salud mental?

Por: Angelina Sosa Lovera

Directora general del Instituto de Salud Mental y Telepsicología

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El día 10 de octubre de cada año se celebra en todo el mundo el Día Mundial de la Salud Mental, un escenario propicio para abogar por la mejora de los servicios de salud mental en todo el mundo, la disminución del estigma y la concienciación por una buena atención hacia las personas con trastornos mentales.

Para este año 2020, y a propósito de que estamos viviendo tiempos de pandemia, la invitación es a promover el aumento de la cobertura para la salud mental. En todo el mundo el aumento de los problemas de salud mental ha sido considerable, situaciones como depresión, ansiedad, conducta suicida o estrés producto de la situación de emergencia sanitaria que se vive. Ante esto, el presupuesto asignado a la atención de salud mental es el más bajo.

En los últimos años la asignación presupuestaria a este ámbito ha sido enfocada en aspectos de infraestructura y de equipamientos intrahospitalarios y trastornos mentales graves, siendo esto menos del 50% de los problemas de salud mental más frecuentes. El aumento del presupuesto hacia salud mental debe ir acompañado de un plan de acción que permita la distribución de los recursos y una utilización eficiente.

La propuesta va encaminada a invertir en servicios de salud mental que abarquen la mayor parte de la población. Que se adopte un modelo centrado en la promoción de la salud mental y la promoción de los estilos de vida saludables, que permitan a las personas afrontar de una manera adecuada situaciones como estrés, la ansiedad o situaciones de conflictos interpersonales y de violencia intrafamiliar. Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud van dirigida a garantizar un Acceso Universal a la Salud, y esto sólo se logra si se acercan estos servicios a su casa o comunidad.

Es oportuno invertir en salud mental, en la creación de Centros Comunitarios de Salud Mental o espacios comunitarios que desarrollen programas preventivos de problemas psicosociales como el consumo de alcohol y drogas en los jóvenes, la detección temprana de personas con problemas suicidas, la conformación de grupos de apoyo para mujeres, niños, adolescentes, hombres, envejecientes, la promoción de un liderazgo comunitario, el apoyo en la prevención del embarazo en adolescentes y la detección temprana de violencia hacia la mujer y hacia los niñas, las niñas y los adolescentes.

No bastará con nombrar más personal en las unidades de atención primaria. La disponibilidad de una red de prestadores de salud mental en la comunidad es importante, pero igual de importante es contar con un programa de intervención y con protocolos de actuación bien descritos, que permitan al prestador (psicólogo, psiquiatra, enfermera o trabajador social) desarrollar acciones basada en evidencias, con carácter institucional, medibles, monitoreadas y supervisadas.

La tradición nos invita a ver la salud mental como la ausencia de trastornos mentales, pero es mucho más que eso. Es momento de levantarnos juntos y a una voz pedir que sea tomada en cuenta nuestra salud mental.

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