Lentitud al caminar puede predecir riesgo incapacidad funcional en ancianos

Investigadores de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), en Brasil, en colaboración con el University College London, en el Reino Unido, descubrieron una manera eficiente, sencilla y barata de predecir el riesgo de pérdida de capacidad funcional entre personas mayores. Mediante el análisis de un banco de datos con información de más de 3.000 ancianos británicos, detectaron que la pérdida de la velocidad al caminar puede considerarse por sí sola un indicador de mayor riesgo de mengua de la capacidad de realizar actividades diarias e instrumentales.

“Nuestro estudio demostró que la sola medición de la velocidad al caminar ya es suficiente como para tener un predictor eficiente de la pérdida de la capacidad funcional en ancianos. Los datos de nuestra investigación muestran que la lentitud al caminar antecede en algunos años a esa pérdida. Y se trata una constatación importante, pues facilita el monitoreo de este problema. Asimismo, este descubrimiento permite que puedan detectar este riesgo no solamente fisioterapeutas, médicos y gerontólogos, sino también cualquier profesional de la salud”, dice Tiago da Silva Alexandre, docente del Departamento de Gerontología de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) y supervisor de la investigación.

En el estudio, publicado en el Journal of Cachexia, Sarcopenia and Muscle, se analizaron datos sobre las condiciones físicas y de velocidad al caminar de más de 3.000 individuos con edades superiores a los 60 años. Los participantes en la investigación integran el English Longitudinal Study of Aging (ELSA), un estudio longitudinal en cuyo marco se lleva a cabo un seguimiento de la salud y el bienestar de adultos mayores de la comunidad inglesa. Y la investigación contó con el apoyo de la FAPESP.

En líneas generales, la pérdida de la capacidad para ejecutar actividades básicas (levantarse de la cama, bañarse, cambiarse) e instrumentales (hacer compras, administrar el propio dinero, ir al banco, usar el transporte público) puede ser simultánea o preceder al llamado síndrome de fragilidad.

La fragilidad es una condición que acomete a gran parte de la población anciana y que puede traer aparejada una incapacidad para realizar las actividades cotidianas, lo cual aumenta el riesgo sufrir caídas, de tener que someterse a hospitalizaciones y de muerte. Para diagnosticar este problema, los profesionales de la salud deben efectuar una serie de evaluaciones tendientes a medir diversos parámetros, tales como la velocidad al caminar, la fuerza manual, el nivel de actividad física, el agotamiento y la pérdida de peso durante los últimos seis meses.

“La fragilidad constituye un factor de riesgo de incapacidad, pero no es un sinónimo de esta. Utilizamos cinco elementos para medir este síndrome. Si la persona reúne uno o dos de estos elementos, se dice que es prefrágil. Si reúne tres o más, es frágil. El problema de esta evaluación reside en que es más compleja, pues requiere de un cierto equipamiento y de la aplicación de cuestionarios. No en todos los lugares se aplica”, explica el investigador.

En el estudio, los investigadores compararon la fragilidad en general con cada uno de los cinco componentes, con el fin de verificar cuál de esas formas de presentación determinaría mejor el proceso de incapacidad, y llegaron a la conclusión de que la lentitud al caminar, por sí sola, fue el mejor componente a la hora de determinar el riesgo de incidencia de incapacidad en actividades cotidianas en ambos sexos, en lugar de la evaluación de la fragilidad general.

“Es un indicador precoz. Cabe remarcar que con este descubrimiento es posible detectar el problema con mayor facilidad. El profesional de la salud puede investigar con mayor antelación qué está causando esa lentitud”, comenta Dayane Capra de Oliveira, autora del estudio.

Da Silva Alexandre subraya que cuanto más rápido se identifique el problema, con más recursos y más abordajes se contará para tratarlo. “Se hace muy difícil actuar cuando la persona ya padece dificultades para hacer varias actividades diarias. Existen alternativas, pero el resultado no es el mismo que cuando se lo detecta tempranamente. Por eso es tan importante contar con una manera más sencilla, más segura y más barata de prever los riesgos de pérdidas funcionales”, afirma.

De acuerdo con el estudio, las mujeres que se volvieron prefrágiles exhibieron una mayor incapacidad para realizar las actividades del día a día. Lo propio no sucedió con los varones. Por otra parte, tanto los hombres como las mujeres que se volvieron frágiles (la condición más grave) también se tornaron más dependientes para la concreción de las actividades cotidianas con el paso del tiempo.

Esto puede haber sucedido debido a que, entre los varones, dolencias tales como accidentes cerebrovasculares o ACV, cáncer y enfermedad pulmonar, sumadas a hábitos de conducta poco saludables, tales como fumar, tomar alcohol y el trabajo pesado, pueden influir sobre la fragilidad y la incapacidad, con una evolución más rápida hacia el deceso. Las mujeres, en cambio, conviven durante más tiempo con enfermedades que las incapacitan, tales como artrosis, depresión e hipertensión. El investigador explica que estudios anteriores ya venían mostrando diferencias en ese proceso entre varones y mujeres mayores de 60 años.

“Desde esta perspectiva, el estudio también sugiere que los varones pasan por un proceso muy corto de incapacidad debido a la carga de enfermedades más graves que pueden evolucionar más rápido hacia la muerte. En cambio, las mujeres pasan por un proceso más largo de fragilidad e incapacidad”, dice Da Silva Alexandre.

Para Capra de Oliveira, este estudio revela la existencia de un importante atajo hacia la identificación del riesgo de incapacidad para la realización de las actividades cotidianas entre ancianos. “De este modo, es posible implementar intervenciones rápidas antes de que se instale la incapacidad”, afirma.

Fuente: DICYT

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