Exponen cómo las grandes industrias promocionan productos dañan la salud

La doctora Anna Gilmore, profesora de Salud Pública y directora del Centro para la Salud Pública del Siglo XXI de la Universidad de Bath (Reino Unido), señaló que no solo el código genético y el código postal determinan la salud de un individuo, sino que todo lo que lo rodea —desde el aire que respira hasta los productos que compra en el supermercado— desempeña un papel mucho más determinante de lo que se podría imaginar.

La científica destacó que tras esas costumbres y productos que pueblan el día a día se están poderosas corporaciones cuyos actos, por más nimios que parezcan, pueden tener repercusiones descomunales en la vida de la gente y: La forma más sencilla de verlo es fijarnos en la magnitud del daño causado por cuatro productos: el tabaco, los combustibles fósiles, el alcohol y los alimentos.

La doctora Gilmore señala que lo que no se sabe es que otras industrias se involucran en las mismas prácticas científicas para ocultar los daños de sus productos o exagerar los beneficios, y que tal vez lo que más se desconoce es la manera en que dan forma a lo que llamo normas, nuestras creencias y nuestro pensamiento.

Puso como ejemplo que un ejecutivo de Pepsi Cola dijo una vez que “si todos los consumidores hicieran ejercicio, si hicieran lo que tienen que hacer, el problema de la obesidad no existiría”. Eso es sencillamente falso y hace creer a la gente que la obesidad es simplemente culpa suya, cuando en realidad es mucho más compleja”.

Recalca que las grandes corporaciones moldean las normas para culpar al individuo, y que cuando el público y los responsables políticos no entienden que las empresas están moldeando su forma de pensar, sus mentes están llenas de ideas impuestas, como la creencia de que solo necesitan hacer ejercicio. Pero eso nunca va a resolver la obesidad.

Otra cosa que está realmente oculta, expone la profesional de la salud, es que cuando se trata de influir en las políticas, pone de ejemplo a las empresas tabacaleras, en las que ya no se confía porque hay muchas pruebas sobre su mala conducta. Ahora lo que hacen es crear un montón de grupos de fachada.

Indica que el gran problema radica en que esas corporaciones tienen mucho poder y financian mucha más ciencia que el sector público, y pueden crear y financiar a terceros, incluidas organizaciones benéficas, por lo que su poder e influencia están en todas partes.

Cuando se le preguntó por qué la gente fuma sabiendo que el tabaco mata, ella dice que fumar es altamente adictivo y que las compañías tabacaleras manipulan los cigarrillos para hacerlos más adictivos. La evidencia es clara: si se implementan las mejores políticas, las tasas de tabaquismo disminuirán, pero los gobiernos, a veces, tienen miedo de ponerlas en marcha, afirmó.

Y abundó que es necesario aumentar el precio de los cigarrillos, prohibir la publicidad, utilizar un empaquetado sencillo, impedir que se fume en los lugares públicos y promover amplias campañas de desnormalización.

Otra cosa en la que, según Gilmore, se debe pensar es que, a medida que fuman menos personas, las tabacaleras ven amenazadas sus ganancias y se defienden lanzando nuevos productos como cigarrillos electrónicos, tabaco calentado y productos de nicotina, además de financiar campañas masivas de relaciones públicas para afirmar que han cambiado, engañando una vez más. Señaló que las ventas de tabaco estaban bajando y ahora están aumentando de nuevo.

La doctora Gilmore cree que es muy importante dar un paso atrás y pensar en el marco más amplio de los determinantes comerciales. Señala que las empresas tabacaleras pueden seguir causando daño y engañando porque el sistema no ha cambiado; siguen obteniendo enormes beneficios, financian ciencia y datos engañosos, logran publicarlos en revistas médicas, y mantienen acceso a los gobiernos.

Finalmente, dice que se necesita un nuevo enfoque, porque el sistema actual de capitalismo no está funcionando en favor del interés público, por lo que es necesario reestructurar el modelo económico. Lamentó decir que dos de cada tres fumadores, a la larga, morirán por fumar.

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