Un equipo de investigadores del Instituto de Neurociencias (IN), centro mixto del CSIC y la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, ha logrado identificar un grupo específico de neuronas en la amígdala cerebral que desempeñan un papel crucial en la aparición de trastornos como la ansiedad, la depresión y alteraciones en la conducta social, como las asociadas al autismo.
El estudio, publicado en la revista científica iScience, revela que restablecer el equilibrio en la excitabilidad de estas neuronas —es decir, la facilidad con la que se activan— puede revertir comportamientos patológicos en modelos animales, lo que abre la puerta a nuevas estrategias terapéuticas más específicas.
“Sabíamos que la amígdala participa en la ansiedad y el miedo, pero ahora hemos identificado un grupo concreto de neuronas cuya actividad descompensada es suficiente para generar comportamientos patológicos”, explicó Juan Lerma, profesor de investigación del CSIC y líder del laboratorio de Fisiología Sináptica del IN.
Un hallazgo con implicaciones terapéuticas
El experimento se realizó en ratones modificados genéticamente para sobreexpresar un receptor cerebral llamado GluK4, activado por el neurotransmisor glutamato. Esta alteración simula una duplicación génica observada en casos de autismo, provocando conductas similares a la ansiedad, el aislamiento social y la depresión.
Gracias a técnicas de ingeniería genética y virología, los científicos lograron normalizar la actividad de estas neuronas únicamente en una región concreta de la amígdala: la amígdala basolateral. Esto restableció la comunicación con otras neuronas inhibidoras localizadas en la amígdala centrolateral, que funcionan como "freno natural" del sistema emocional.
“Ese simple ajuste fue suficiente para revertir comportamientos relacionados con la ansiedad y los déficits sociales, lo cual es asombroso”, destacó Álvaro García, primer autor del estudio.
Validación en múltiples modelos
El procedimiento también se aplicó con éxito en ratones no modificados pero con niveles elevados de ansiedad, confirmando que este circuito neuronal es clave más allá de un modelo genético concreto. Las pruebas de comportamiento incluyeron laberintos elevados, análisis de interacción social y estudios electrofisiológicos.
Aunque algunas funciones como la memoria de reconocimiento de objetos no se vieron restauradas, lo que apunta a la participación de otras áreas cerebrales como el hipocampo, el hallazgo sugiere una vía prometedora para tratamientos más precisos y localizados de trastornos afectivos.
“Apuntar a estos circuitos neuronales específicos podría convertirse en una estrategia eficaz para tratar trastornos emocionales como la ansiedad, el autismo o la depresión”, concluyó Lerma.
Financiación y respaldo
Este avance ha sido posible gracias al apoyo de la Agencia Estatal de Investigación (AEI), el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, el Programa Severo Ochoa, el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (ERDF) y la Generalitat Valenciana mediante sus programas PROMETEO y CIPROM.
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