Cerebro bajo tierra

Por la doctora Marcia Castillo, neuróloga

“Del caos al cerebro” es un texto de Gilles Deleuze y en  uno de sus más claros planteamientos escribe : “Sólo pedimos un poco de orden para protegernos del caos. No hay cosa que resulte más dolorosa, más angustiante, que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que las ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que tampoco dominamos, necesitamos que nuestras ideas se concatenan para darle sentido a nuestro sentido”. En suma hasta el desorden necesita cierto orden y nuestro cerebro buscará la forma de encontrarlo sin importar la vía.

Cuando L. Caroll describe la caída de Alicia por el agujero de la madriguera empieza a notarse una pérdida de la noción de la realidad. Primariamente pierde la proporción del tiempo y el espacio, el descenso para ella se hace eterno, se empequeñece y se agranda en una serie de sucesos extraordinarios e imposibles lo que en semiología podría equipararse a una disautotopagnosia, la protagonista pierde los linderos entre lo verdadero y lo imaginario, entre lo real y lo irreal, autocuestionando su propia cordura, es imposible aquí no recordar la emblemática conversación con el gato de Cheschire:

“Pero no quiero estar entre locos” comentó Alice

“Oh, no puedes evitar eso”, dijo el Gato: “aquí estamos todos locos. Estoy loco”.

El pionero y precursor de la biopsicología Donald O Hebbs, aportó una prolífica información sobre del aislamiento y el comportamiento humano, como estar aislados de manera extrema y sin contacto puede quebrantar seriamente la estabilidad psíquica; secuestros, atrapamientos bajo tierra, extravíos en la montaña o abandonados en un lugar desértico.

El doctor Hebss lideró un grupo de investigación en la universidad de Mac Hill con estudiantes que entraron al experimento por motus propio. Estarían aislados y privados de estímulos sensoriales durante una semana, al menos  ese era el objetivo, pero a medida que avanzaban los sujetos de estudios presentaron de manera progresiva una seria inestabilidad emocional y psíquica. Al principio recitaban poemas y oraciones de manera monótona, luego algunos manifestaron alucinaciones sonoras, visuales y luego sensoriales, de pronto en cada una de las habitaciones sus ocupantes comenzaron a defenderse de reptiles, arañas y atacantes, las voces y aullidos los aterraba incluso uno dijo haber recibido un balazo en el brazo. Lo cierto es que nada de esto en realidad pasó y usamos la palabra real como comodín porque “lo que el cerebro imagina lo hace real”. El profesor Hebbs tuvo que detener el estudio antes del tercer día luego de que escribiera en la revista American Psychologist que los resultados eran "muy perturbadores".

La inmediatez de la era digital nos acerca a noticias mundiales de manera cuasi inmediata, catástrofes bélicas, accidentes de minería y fenómenos climáticos se despliegan con frecuencia por los dispositivos con solo subir nuestro dedo.

Los desastres en la historia de la minería no son una novedad y se generan por razones plurales no obstante ahora somos más que nunca espectadores virtualmente cercanos aunque estemos a millones de kilómetros, miramos como quedan atrapados por días o semanas estos trabajadores y en cada caso con respuesta biopsicológica totalmente diferentes, los casos recientes más emblemáticos fueron los 33 mineros atrapados en la mina San José, los 10 mineros atrapados en el estado de Coahuila entre otros tantos. Hace menos de una semana en nuestro país tuvimos una situación similar, la nación siguió el día a día de dos personas atrapadas, lo escuchábamos hablar, pedir sus alimentos inclusive hacer chanzas con el presidente de turno. Afortunadamente fueron rescatados ilesos y pudieron retornar con sus familias.

¿Por qué en otros atrapamientos los comportamientos  han sido plenamente distintos? Si bien es cierto que el ser humanos es un ente biopsicosocial y ahora se ha sumado la palabra espiritual, esta tétrada  es la base a la respuesta  respuesta individual ante un mismo estímulo, pero como hemos ventilado habitualmente el aislamiento conduce a una serie de fisuras en el comportamiento y la percepción de la realidad de manera casi homogénea. En el caso del dominicano y el colombiano , fuera de la incertidumbre y la angustia inicial, hasta ahora según los reportes, no hubo mayor impacto, esto se debe a varias razones  citemos: tenían iluminación, aunque escasa, acompañamiento auditivo que les daba una noción del tiempo, música y contacto permanente por radio con autoridades, rescatistas y familiares. Los  estímulos exteriores a pesar de estar bajo tierra, los mantuvieron atados a la realidad y por otro lado se permeaba una perspectiva de esperanza de que serían sacados con la prontitud que permitieran la bioseguridad de dicha tarea.

Cuando Hebss realizó el experimento comenzaron a estudiarse y postularse las razones por la que el aislamiento actúa de esta forma en el cerebro, la teoría más acertada hasta hoy por los psicólogos cognitivos, es que el cerebro realiza tareas continuas, como la percepción sensorial, este está estructurado para lidiar con una gran cantidad de información, visual, auditiva y demás datos del entorno, si esta información es escasa o ausente, como plantea el psicólogo clínico Ian Robbins "las aéreas destinadas a  procesar estos estímulos siguen activándose, sin embargo lo hacen caóticamente. Posteriormente el cerebro empieza a darles algún tipo de sentido buscándole un patrón". Así surgen imágenes, ilusiones, alucinaciones, la pérdida de la orientación visuoespacial y/o psicosis.

Lo que hace que un rescatado reaccione “jevi” o “chimba”  no es la nacionalidad aunque   bien podríamos  resaltar aspectos sobre la resiliencia en definitiva todo quedaría supeditado  a  las  condiciones del  cerebro bajo tierra.

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