Caminar todos los días es una de las formas más sencillas y efectivas de mejorar la salud, sin necesidad de cumplir con un número exacto de pasos. La evidencia científica confirma que esta actividad contribuye a prevenir enfermedades, fortalecer el cuerpo y mejorar el bienestar general, independientemente de la edad o condición física.
Especialistas en fisioterapia y medicina deportiva de Mayo Clinic señalan que registrar los pasos diarios —ya sea con un teléfono móvil, un reloj inteligente o un podómetro— ayuda a tomar conciencia del nivel de movimiento a lo largo del día y a mantenerse activo. Más allá del dispositivo utilizado, lo importante es moverse con regularidad y alcanzar al menos 150 minutos de actividad física a la semana.
Entre los principales beneficios de caminar de forma habitual se encuentran el control de la presión arterial, la pérdida o mantenimiento del peso, la mejora del equilibrio y la coordinación, el fortalecimiento muscular y la reducción del estrés, gracias a la liberación de endorfinas. Además, esta práctica contribuye a disminuir el riesgo de infarto, controlar la diabetes y reducir la probabilidad de desarrollar diabetes tipo 2.
Estudios también han demostrado que caminar favorece un mejor descanso, ayuda a frenar el deterioro cognitivo, reduce el riesgo de demencia y algunos tipos de cáncer, y promueve una vida más larga e independiente en la adultez mayor.
En procesos de pérdida de peso supervisados médicamente, la actividad física regular resulta clave para quemar calorías, preservar la masa muscular y la densidad ósea, y lograr resultados sostenibles. Asimismo, potencia la efectividad de ciertos tratamientos farmacológicos.
Los expertos coinciden en que no existe un número “mágico” de pasos. Aunque alcanzar los 10 mil pasos diarios puede ser beneficioso, la mayor reducción del riesgo de mortalidad se observa entre los 4 mil y 8 mil pasos. A partir de ahí, los beneficios continúan, aunque de forma más gradual.
La forma de acumular esos pasos tampoco es determinante: pasear al perro, realizar caminatas cortas durante el día, moverse en casa o trabajar en el jardín suma de manera positiva. La recomendación es empezar poco a poco, con constancia, y escuchar al cuerpo para evitar excesos.
En cuanto a la intensidad, una caminata “enérgica” varía según la persona, pero suele equivaler a una velocidad aproximada de 4,8 a 5,6 kilómetros por hora. Una forma sencilla de medirlo es la llamada “prueba del habla”: si se puede hablar, pero no mantener una conversación fluida, el ritmo es el adecuado.
Los especialistas concluyen que incluso pequeñas caminatas diarias generan respuestas positivas en el organismo, demostrando que moverse un poco cada día es mejor que no hacerlo en absoluto y representa una inversión directa en la salud física y mental.
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