Asesinato emocional: “Cuando el hogar hiere

“Consecuencias clínicas del maltrato psicológico intrafamiliar”.

Autor: Dra. Katty Gisselle Gómez Raposo

Médico Psiquiatra, Experta en Psiquiatría Forense

Perfiladora Criminal con un Magister en Análisis e Investigación Criminal y Magister en Psiquiatría legal y forense

Certificada en NeuroLaw (Cifal Argentina. 193 países).

Resumen

El presente ensayo aborda el fenómeno del abuso emocional dentro de la familia nuclear, un tipo de violencia psicológica que suele estar normalizado y silenciado, pero cuyas secuelas pueden ser devastadoras, duraderas, hasta permanentes durante el ciclo de vida. A través del lente de la psicología y la psiquiatría clínica, se analizan los mecanismos del trauma relacional, los estilos parentales patológicos, los trastornos de personalidad en los cuidadores y las consecuencias psicopatológicas en las víctimas. Se propone una reflexión clínica sobre el concepto de “asesinato emocional”, entendido como un proceso sistemático de invalidación afectiva, desvalorización y manipulación psicológica que deteriora el desarrollo psíquico del sujeto. El texto destaca la urgencia de visibilizar estas dinámicas y abordarlas terapéuticamente, especialmente en contextos donde la familia es vista culturalmente como inviolable.

Palabras clave

Abuso emocional, familia nuclear, trauma relacional, psicopatología, trastornos de personalidad, psicología clínica, psiquiatría.

I.        Introducción

La familia, en su versión idealizada, es concebida como el refugio primordial, el núcleo afectivo donde se forja la identidad, el sentido de pertenencia y el bienestar emocional. Sin embargo, esta narrativa muchas veces contrasta con la realidad clínica de numerosos pacientes, quienes describen vivencias profundamente dolorosas, marcadas por dinámicas de control, descalificación, negligencia emocional o manipulación dentro del seno familiar. Cuando el abuso no proviene de desconocidos, sino de aquellos llamados a proteger, el impacto psicológico se torna más complejo y destructivo.

El presente ensayo se propone analizar el fenómeno del abuso emocional perpetrado por miembros de la familia nuclear, especialmente padres o madres con características de personalidad disfuncional, explorando cómo estas dinámicas pueden llegar a configurar una forma de “asesinato emocional”. Esta metáfora clínica alude al deterioro sistemático de la salud mental de las víctimas, muchas veces sin dejar marcas visibles, pero sí cicatrices profundas en la estructura psíquica, con afectaciones reales a la estructura cerebral.

II.        Justificación

Desde la práctica clínica y psiquiátrica, es frecuente encontrar pacientes con trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, síntomas disociativos o trastornos de la personalidad cuyo origen remite a vivencias traumáticas en el entorno familiar temprano (Herman, 1992; Fonagy et al., 2002). Sin embargo, estas formas de abuso emocional, al no ser físicas ni evidentes, suelen pasar desapercibidas o ser minimizadas por el entorno y, en ocasiones, por el mismo paciente.

El concepto de trauma relacional crónico (Courtois & Ford, 2013), ayuda a entender cómo las relaciones familiares marcadas por el control emocional, la humillación persistente o la falta de empatía generan un impacto acumulativo sobre el desarrollo psicológico. A esto se suma la presencia, en muchos casos, de cuidadores con trastornos de personalidad, especialmente narcisista o límite, cuyas interacciones están marcadas por la inestabilidad afectiva, la idealización/desvalorización y la falta de reconocimiento del otro como sujeto autónomo (Kernberg, 1992; Linehan, 1993).

Este fenómeno se vuelve aún más crítico cuando ocurre en sociedades donde la familia es considerada sagrada, y cualquier señalamiento puede interpretarse como una traición. Por ello, resulta fundamental visibilizar y conceptualizar estos patrones desde una perspectiva clínica rigurosa, que permita tanto el abordaje terapéutico como la validación del sufrimiento psíquico que generan.

La familia nuclear, compuesta tradicionalmente por padres e hijos, es considerada el primer y principal entorno social y emocional del individuo. Se espera que funcione como una fuente de amor, protección y validación. Sin embargo, en ciertos contextos disfuncionales, esta misma estructura puede convertirse en un espacio de abuso psicológico y daño emocional profundo. Cuando los agresores emocionales no son externos, sino miembros de la propia familia, se instala un fenómeno de "asesinato emocional", caracterizado por la aniquilación progresiva del yo, de la autoestima y de la autonomía psíquica del sujeto. Este ensayo explora este fenómeno desde la psicología clínica y la psiquiatría, integrando el marco del trauma relacional, los estilos parentales disfuncionales, los trastornos de la personalidad y las consecuencias psicopatológicas en la vida adulta.

III.          La familia como contexto de desarrollo psíquico

La familia representa el principal agente de socialización emocional. Bowlby (1988), desde la teoría del apego, planteó que los vínculos tempranos con las figuras parentales determinan patrones afectivos estables que acompañan al sujeto toda la vida. Cuando estas relaciones se ven marcadas por abuso emocional, negligencia o manipulación, el niño interioriza un modelo de sí mismo y de los otros como peligrosos, indignos o inestables (Fonagy et al., 2002).

El término “asesino emocional” se refiere, metafóricamente, a aquel que vulnera sistemáticamente la integridad emocional de otro mediante estrategias de abuso verbal, invalidación crónica, gaslighting, chantaje afectivo, manipulación o negligencia emocional. Estas conductas, cuando provienen de figuras parentales o fraternas, pueden ser devastadoras por la intensidad del vínculo y la dependencia emocional que caracteriza al sistema familiar (Minuchin, 1974).

3.1.  Tipologías de violencia emocional intrafamiliar

Desde la psicología clínica, la violencia emocional dentro de la familia se manifiesta a través de diversas formas:

●         Invalidación emocional crónica: se refiere a la descalificación persistente de las emociones del niño. Linehan (1993) destacó que este tipo de invalidación es un precursor clave en el desarrollo del trastorno límite de la personalidad.

●         Control coercitivo y sobreprotección patológica: según Barber (1996), la sobreprotección extrema puede limitar la autonomía del niño y generar dependencia emocional, ansiedad o trastornos evitativos.

●         Negligencia emocional: no brindar contención emocional puede tener efectos tan graves como el abuso físico. La ausencia de respuesta empática genera un vacío afectivo que puede traducirse en alexitimia, depresión o disociación (Schore, 2003).

●         Triangulación y manipulación: en contextos de conflicto parental o fraterno, el niño puede ser instrumentalizado para mantener el equilibrio familiar, generando lealtades traumáticas (Boszormenyi-Nagy & Spark, 1973).

3.2.  Psicodinámica del daño emocional

Desde una perspectiva psicodinámica, los "asesinos emocionales" familiares actúan como objetos internos persecutorios que habitan la estructura psíquica del individuo. Melanie Klein (1946) describió cómo las experiencias tempranas de agresión emocional pueden internalizarse como objetos malos, generando intensos sentimientos de culpa, odio o fragmentación del yo. Estas representaciones internalizadas predisponen al sujeto a relaciones adultas marcadas por el autosabotaje, la repetición del trauma y la dificultad para establecer límites saludables.

Asimismo, la Teoría del Trauma Relacional de Judith Herman (1992) establece que cuando la figura abusiva es también la fuente de cuidado, se crea una disonancia que congela la respuesta de lucha o huida. Este “doble vínculo” promueve la sumisión, la disociación y la dependencia.

3.4. Consecuencias psicopatológicas

Las víctimas de abuso emocional intrafamiliar presentan una mayor prevalencia de trastornos como:

●         Trastornos de personalidad, especialmente el trastorno límite, evitativo y dependiente (APA, 2022).

●         Trastorno de estrés postraumático complejo (TEPT-C), caracterizado por afectación en la regulación emocional, relaciones interpersonales y sentido del yo (Cloitre et al., 2013).

●         Trastornos depresivos y ansiosos, muchas veces resistentes al tratamiento si no se aborda la raíz traumática del vínculo familiar.

Además, la repetición del patrón de abuso en relaciones adultas —con jefes, parejas o amigos— es frecuente, producto de la internalización de dinámicas disfuncionales como forma "normalizada" de vínculo (Van der Kolk, 2014).

3.5. Intervenciones terapéuticas: del trauma al límite

Desde la práctica clínica, la intervención con víctimas de abuso emocional familiar requiere enfoques integrativos y sensibles al trauma:

●         Terapias centradas en el trauma como la EMDR (Shapiro, 2018) o la Terapia Sensoriomotriz (Ogden et al., 2006).

●         Terapia dialéctica conductual (DBT) para pacientes con desregulación emocional crónica.

●         Reconstrucción del vínculo terapéutico como base segura, desde un encuadre empático, validante y sin juicios.

Un componente esencial es el trabajo con los límites internos y externos, la psicoeducación sobre dinámicas de abuso y la reconstrucción del sentido de identidad, muchas veces fragmentado por años de violencia silenciosa e invisible.

IV.        Conclusión

El asesinato emocional perpetrado por miembros de la familia nuclear constituye una forma sutil pero devastadora de maltrato psicológico; vizualizar. Su invisibilidad social y normalización cultural agravan sus efectos, dejando secuelas profundas en la psique de quienes lo padecen. Desde psicopatología clínica, es imperativo visibilizar estas dinámicas, promover estrategias terapéuticas eficaces y validar la experiencia de las víctimas, que con frecuencia cargan no sólo con el dolor, sino también con la culpa y el silencio. Busca ayuda, mereces una vida con calidad, llena de perdón, pero sobre todo mereces salud mental.

V.        Referencias

●         American Psychiatric Association. (2022). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed., text rev.; DSM-5-TR). APA Publishing.

●         Barber, B. K. (1996). Parental psychological control: Revisiting a neglected construct. Child Development, 67(6), 3296–3319.

●         Boszormenyi-Nagy, I., & Spark, G. M. (1973). Invisible loyalties: Reciprocity in intergenerational family therapy. Harper & Row.

●         Bowlby, J. (1988). A secure base: Parent-child attachment and healthy human development. Basic Books.

●         Cloitre, M., Courtois, C. A., Charuvastra, A., Carapezza, R., Stolbach, B. C., & Green, B. L. (2013). Treatment of complex PTSD: Results of the ISTSS expert clinician survey on best practices. Journal of Traumatic Stress, 24(6), 615–627.

●         Fonagy, P., Gergely, G., Jurist, E., & Target, M. (2002). Affect regulation, mentalization, and the development of the self. Other Press.

●         Herman, J. L. (1992). Trauma and recovery: The aftermath of violence—from domestic abuse to political terror. Basic Books.

●         Klein, M. (1946). Notes on some schizoid mechanisms. The International Journal of Psychoanalysis, 27, 99–110.

●         Linehan, M. M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. Guilford Press.

●         Minuchin, S. (1974). Families and family therapy. Harvard University Press.

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