EEUU/BRASIL.- Las pruebas que la ciencia necesita para ir confirmando fehacientemente la relación entre el virus Zika y la aparición de graves malformaciones en el feto van llegando poco a poco. Esta semana, dos estudios con ratones publicados en las revistas Nature y Cell demuestran y explican cómo el virus que está asolando Latinoamérica es capaz de atravesar la placenta materna para causar serios daños en el sistema nervioso de fetos en desarrollo.
Miles de mujeres en Brasil (y en otros países del continente en menor medida) han dado a luz a niños con microcefalia y otras malformaciones a consecuencia de la infección por Zika sufrida por sus madres en el embarazo. Sin embargo, pese a la contundencia de las pruebas epidemiológicas, no existía aún una demostración de laboratorio con un modelo animal para observar y demostrar que la infección por Zika en el embarazo es la causa de las malformaciones y no otros factores.
En este caso, científicos de las universidades de Washington (EEUU) y Sao Paulo (Brasil) - con la colaboración de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, NIH - han trabajado con dos modelos de ratones de laboratorio infectados con el virus Zika para comprender mejor (y en un tiempo más corto que en un embarazo humano) la acción del patógeno en el interior del útero.
Estos modelos animales son claves para los investigadores que trabajan en este campo. No sólo porque demuestran in vivo la relación causal del Zika con la microcefalia y otras malformaciones, sino porque el modelo animal puede servir a partir de ahora para desarrollar posibles vacunas preventivas que permitan frenar la transmisión materno-fetal de la infección.
Teniendo en cuenta que el Zika es casi benigno para la mayoría de adultos (que apenas desarrollan unos síntomas parecidos a la gripe), los investigadores están convencidos de que frenar sus secuelas intrauterinas supondría todo un alivio para la actual situación de emergencia internacional.
De hecho, estos modelos también se van a utilizar para tratar de identificar las proteínas de la placenta que permiten al patógeno atravesarla, y estudiar por qué en algunos casos esto ocurre y en otros no.
En el caso de los bebés que nacen sanos y sin microcefalia pese a haber convivido con la infección en el útero materno, los especialistas no descartan que puedan sufrir otro tipo de secuelas neurológicas a medio o largo plazo.
En los estudios con ratones que ahora se dan a conocer, ninguno de los animales sufrió microcefalia, aunque los investigadores lo atribuyen a las diferencias en el desarrollo embrionario entre humanos y ratones -en los que gran parte del desarrollo cerebral culmina después del nacimiento-.
Artículo completo aquí: El Mundo
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